Crowdfunding y esperanza: la historia de una pequeña empresa japonesa

Amalia Margarit (@AmaliaMargarit)/ Tras el devastador terremoto y tsunami que golpeó Japón en el año 2011 quedaron 15845 muertos, 3380 desaparecidos y 5893 heridos a lo largo de 18 prefecturas del archipiélago nipón. Quedaron restos de hogares, de cuerpos y restos de sueños: quedó muerte. Fue una catástrofe natural que dejó profundas heridas tanto en los habitantes afectados como en el mundo entero que, horrorizado, fue testigo de la faceta más cruel de la naturaleza.

No obstante, años después, no todo es muerte; no todo es ceniza y destrucción. Cuatro años después, la esperanza brota de los lugares más inesperados para algunos pequeños empresarios que, tras décadas de duro trabajo, vieron la dedicación y el esfuerzo de varias generaciones desvanecerse entre los escombros dejados atrás por las enfurecidas olas.

Michihiro Kono
Michihiro Kono en una de las plantas donde fabrica la receta familiar de salsa de soja Yagisawa. (Fuente: Bloomberg)

Es el caso de Michihiro Kono, cuyas pequeñas fábricas de salsa de soja fueron arrasadas por el tsunami del año 2011. En la tragedia, Kono perdió un trabajador y la esperanza de recuperar la empresa que había fundado su familia hacia 200 años, aunque pronto descubriría que su trayectoria en el proyecto familiar Yagisawa Shouten Co. no había hecho más que tomar un rumbo un poco diferente, que le llevaría al ahora tan popular micromecenazgo o crowdfunding.

Aunque el gobierno japonés acordó destinar, en un principio, 25 trillones para reconstruir los daños de 16 trillones causados por el tsunami, los fondos no fueron distribuidos a tiempo y de manera eficiente, y Kono estaba tardando en recibir la tan ansiada ayuda para intentar remontar y recuperar lo que había quedado de su negocio.

Fue entonces cuando Kono dirigió sus esperanzas hacia una opción arriesgada pero que merecía la pena probar: el micromecenazgo. Gracias a las aportaciones de 4000 personas, en 2012 Kono fue capaz de abrir una nueva fábrica en la ciudad de Ichinoseki, y al final de 2013 comenzó a vender una nueva receta de su clásica salsa de soja, una receta que llamó kibo-no-hishio (la salsa de soja de la esperanza).

Kono manifiesta así sus sentimientos acerca del tsunami: «Muchas personas perdieron sus hogares, sus familias, sus amigos… Si llegaran a perder también su trabajo, tendrían que abandonar la ciudad; y si no hay trabajo, la ciudad sería como una cáscara vacía, no un sitio en el que las personas puedan vivir». 

El tsunami de 2011 fue una página negra en la historia de Japón y testimonios como el de Kono no hacen más que reafirmarlo; no obstante, miremos más allá. Más allá de las lágrimas, el dolor y los escombros, cosas tan simples como una botella de salsa de soja pueden convertirse en un símbolo de esperanza y de superación. En un mundo en el que todo parecen ser malas noticias, si nos esforzamos un poco, casi siempre podremos encontrar pequeñas historias que nos devolverán la esperanza: a través de la donación de un desconocido, a través de unas líneas, a través de una canción…

Tras reconstruir parte de su empresa familiar y llegar a producir el 70% de lo que producía antes del tsunami, Michihiro da apoyo y consejos a emprendedores de su ciudad natal y confiesa: «Estamos aquí gracias al apoyo de personas de todo el mundo y estoy profundamente agradecido por ello».

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